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Galardon a Guillermo Hernandez

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Galardón a Guillermo Hernández
Patricia Camacho Quintos


Guillermo Hernández recibirá la medalla Rafael Zamarripa, en el marco de las Fiestas de Octubre 2010, en Guadalajara, Jalisco. Se trata del reconocimiento a una trayectoria esforzada, tenaz y honesta en el ámbito de las artes escénicas.

Guillermo Enrique Hernández y Hernández nació el 16 de diciembre de 1962, en Guadalajara, la “Perla tapatía”. Nunca se le ocurrió que desempeñaría otra profesión distinta a la de artista. Cuando lo veo en el escenario o impartiendo una clase o bien, reflexionando sobre cualquier aspecto de la vida, tengo la certeza de que estoy ante un artista verdadero. A continuación, una entrevista con él:

PC: ¿Cuál es su primer contacto con el arte?

GH: A la edad de cuatro años, en el Jardín de Niños, la maestra monto un charlestón y lo ensayamos tanto mi compañera y yo, que el día de la función nos lo hicieron repetir entre tres y cuatro veces. Al salir de aquel festival escolar, mi padre me pregunto qué quería hacer como profesión. Le dije que artista. Mi mama, por supuesto, se rio y mi papa, también. Lo vieron como una locura infantil. Al pasar de los años íbamos mucho al Teatro Degollado a ver operetas, zarzuelas, comedias, teatro musical, conciertos. Mis abuelos vivían muy cerca del Teatro, en lo que es hoy el Museo de López Portillo y desde muy pequeño tuve contacto con grandes espectáculos. Ahí pude ver el Ballet de Alicia Alonso, en 1976 o 77. En ese teatro vi al Bolshoi. Todos los domingos íbamos con mi papa y mi mama a una función de cine de barrio que se llamaba El Microcine. Vi películas fabulosas con Fred Astaire, Shirley Temple. Vimos Cantando bajo la lluvia y, por primera vez en blanco y negro y completo, El lago de los cisnes; también, Las zapatillas rojas. Eran estímulos muy fuertes que yo tenía todo el tiempo.

PC: ¿Y cómo pasa de espectador de las artes a ser actor?

GH: Tenía mucha inquietud de actuar y bailar. Una tía me dijo que había inscripciones para los talleres de Bellas Artes y que eran prácticamente gratuitos; solo se tenía que pagar una cuota simbólica. Eran los sábados y domingos. De tal forma que los fines de semana yo me lo vivía ahí tomando clases de teatro, danza, canto, creación de títeres, pintura. Después, los maestros nos mandaban a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara. En la clase de canto de Teresita Zambrano conocí a Ariel López Padilla; éramos adolescentes, ni siquiera habíamos terminado la secundaria. Tenía yo 14 años. Ariel me dijo que estaba estudiando ballet en la Real Academia de Danza, en la calle de Unión Sur y Lerdo de Tejada, con Dulce María Silveira y Deborah Velázquez y que daban becas para varones. Era una manera de evadir la clase de religión en mi escuela secundaria y me iba a tomar ballet con la maestra Deborah Velázquez. A los 14 años, empecé simultáneamente con teatro y danza. Mi primera maestra de teatro fue Consuelo Pruneda.

PC: ¿Cómo fue su debut?

GH: Tenia 15 años. Yo estaba estudiando en el Centro de Arte (CEDART) José Clemente Orozco del INBA y recibí una llamada a casa de mis abuelitos. Era mi maestra de teatro. Me dijo que a uno de los actores, Artemio Robles, le había dado hepatitis y que yo había visto mucho la obra. Que en dos horas me la tenía que aprender porque tenía una función vendida para un Congreso de Maestros de la Secretaria de Educación Pública (SEP). Así que me fui a su casa y ensaye hasta que me lo aprendí; eran dos pequeños personajes: el bell boy y el peluquero. En el Teatro Alarife Martin Casillas, en 1978, debute en la obra Nacida ayer, de Garson Kanin.

PC: ¿Y como bailarín?

GH: Ya habia bailado en algunos festivales, pero profesionalmente no debute en México como bailarin clasico. Fue en la ciudad de Brownsville, Texas, en la compañía de Mr. Burgos, con el ballet Coppelia bailando diferentes roles: mazurka, czardas, muñeco chino en el segundo acto, amigos de Francis o Anita en el tercer acto.

PC: ¿Cómo es su traslado de Guadalajara a la Ciudad de Mexico y que implico a nivel de su formacion artistica?

GH: Estaba muy contento estudiando en el CEDART en Guadalajara, tomaba clase con la gran maestra Claudia Cecilia Alatorre –mi madre del teatro- y tenia a otros maestros como Daniel Salazar, pero la escuela ya no cumplia mis expectativas; queria algo mas. Me vine a la Ciudad de Mexico a los 16 años, con 500 pesos en la bolsa y una maleta. Mis papas me apoyaron de alguna manera, me fueron a despedir a la central de autobuses y fun un poquito triste pero emocionante, porque implicaba emprender una aventura. El primer lugar donde viví fue en las calles de Guanajuato y Monterrey. Hice audición para entrar a la Escuela de Arte Teatro del INBA pero estallo una huelga y lo que yo quería era estudiar, de tal forma que estaban abiertas las inscripciones para la escuela de teatro de la Asociación Nacional de Actores, me refiero al Instituto Andrés Soler. Fue una casualidad porque me encontré a Daniel Salazar, quien era maestra principal de esa escuela y me animo a entrar. Así lo hice. El director era el maestro Xavier Rojas. Tuve otros grandes maestros: Enrique del Castillo, el maestro Cervera que era director de Canal Once. En cine tuve a Alejandro Galindo; en actuación, a Consuelo Mejía, al propio Daniel Salazar…; en verso, a Mario del Razo. Al maestro Guerra, en canto, el era toda una leyenda en el mundo de la opera en Bellas Artes. Simultáneamente, seguí estudiando danza. Tuve la oportunidad de tomar clase con Margarita Gordon y un día me presento a Felipe Segura, que era muy amigo de Deborah Velázquez y ya me conocía. El me llevo al grupo especial para varones en la Compañía Nacional de Danza. Ya casi nadie se acuerda que fueron Felipe Segura y George Rusis quienes crearon el grupo de varones en las tardes para nivelar los cuerpos de baile de los chicos que ingresaban a la Compañía. Entonces empecé a tomar clases con Felipe Segura. También fue con  Mario Mejía a la Escuela de Danza del Departamento del Distrito Federal, bajo la dirección de Héctor Fink, pero resulta que me equivoque de salón y me metí a la clase de Xavier Francis. Entonces empecé a tomar clases con el pero a los tres mese me corrió porque me equivoque en una diagonal. Ahora mis alumnos se equivocan mucho, pero soy muy paciente y no los corro. Los enseño.

PC: ¿Cómo llega a tomar clase con Socorro Larrauri y que le significa esa maestra?

GH: Tomaba clase de jazz en otros lugares. Vivía para el teatro y la danza. No tenia descanso. Empezaba mi día a las 7 de la mañana y acababa a las 12 de la noche. Corría entre las escuelas de danza y las escuelas de teatro. En una ocasión, uno de los productores de la obra teatral La Cenicienta, en la cual yo trabajaba, me dijo que tomara clase de jazz en un estudio ubicado en las calles de Sevilla y Reforma, y ahí conocí a Socorrito Larrauri; ella es una de mis madres del ballet. La primera es Deborah Velázquez. Pero con Socorro me volví bailarín. Ahí tome clases de jazz y de ballet; de ahí me mandaron con Emma Pulido para que siguiera perfeccionando. Entre mis clases en el estudio de Sergio Salazar y Emma Pulido hice la carrera completita de jazz. Mi carrera de teatro la termine en 1984. Pero un mes antes de graduarme vi un letrero en la Zona Rosa que decía: “Audiciones para el Teatro Frederick, de Bélgica”. Dirigía Frederick Vanmelle con la producción de Paul Demeyere. Fue a hacer la audición, pero tenía que competir por el único lugar que había para la gira por Europa. La audición fue de un mes, porque nos teníamos que aprender dos repertorios completos. Finalmente, me dieron la sorpresa de que había sido seleccionado para la gira. Ni siquiera estuve en mi fiesta de graduación. Fui al teatro Jorge Negrete, al acto académico, recibí mi título y Xavier Rojas dijo que era un logro para esa escuela el que un alumno que recién se graduaba, se fuera inmediatamente de gira.

PC: ¿Cómo ingreso a la Compañía Nacional de Danza?

GH: Después de la gira con Frederick, me quede un año en Madrid, donde me entrene en teatro y también en danza con Víctor Uliate, por recomendación de Socorro Laurrauri. Regrese a México y al poco tiempo fue el terremoto de 1985. Frederick y Paul murieron entre los escombros. Junto con otros compañeros, fui a sacarlos de ahí… Me estaba reentrenando en las mañanas en la Escuela Nacional de Danza con Laura Casas, Francisco Martínez y Tulio de la Rosa. Y en las tardes iba a ballet con Socorro Larrauri. Unos días antes me había encontrado a Frederick Vanmelle y me invito a cenar para negociar mi reincorporación a su compañía pero ya no pudo ser por su trágica muerte. Un buen día vienen audiciones para la Compañía Nacional de Danza, me presento y en una primera instancia no me toman; me faltaba un poco de batería, allegros, saltos. Vuelven a abrir audiciones, me presento nuevamente y es esa ocasión si me quedo. Era el año 1987. Fui muy feliz en esa Compañía porque inmediatamente que entre empecé a bailar muchas cosas. Tuve el privilegio de trabajar con gente tan importante como el maestro Carlos López, con Patricia Aulestia, que fue mi primera directora; me toco la despedida de Susana Benavides, tuve la oportunidad de hacer giras internacionales y nacionales, de hacer papeles pequeños y grandes, pero siempre con una actuación ética y con gran responsabilidad. Trabaje en la Compañía con coreógrafos de talla internacional, como Terry Ors, que nos monto La sílfide y el escocés; con Enrique Martínez que nos monto una versión completamente nueva de Coppelia. Conocí a Nijinska que vino a reponer Las bodas. Trabaje también con esta gran coreógrafa del Royal Danish Ballet, en el programa maravilloso de Bournonville 1842. Y el gran espaldarazo para mí fue la oportunidad de hacer Cri-Cri. Resulta que, Juan González Amador, probando una escenografía, se rompió un tobillo y era el Cri-Cri oficial. Entonces Paco Serrano, que era coordinador, me llamo para decirme: “Te está buscando Carlos López porque tienes que ensayar ¡ya! Cri-Cri”. Siempre he tenido este tipo de historias de tenerme que aprender las cosas de un día para otro. Resulta que me ensayan entre Paco Serrano, Carlos López, Jorge Cano y al día siguiente estoy en el Auditorio Nacional, con más de tres mil espectadores infantiles como el Cri-Cri oficial de Compañía Nacional de Danza.

PC: Guillermo Hernández había hecho teatro musical desde los años 70, en Guadalajara. Y, además de trabajar en este género para niños, creaba e interpretaba sus propios espectáculos unipersonales de music-hall.

GH: En el año de 1991 regreso de haber hecho en Guadalajara una gira de El lago de los cisnes con la Compañía Nacional de Danza y, Freddy Delgado, un maestro de jazz muy querido que ya falleció, me inscribió en las audiciones para el musical Cats. Yo no quería ir. El me dijo: “pues vas porque esta mi nombre y mi prestigio de por medio”. Era una época en la que éramos muy obedientes y fui. Había cerca de 400 bailarines haciendo fila para audicionar. La prueba duro cerca de tres horas. Pase por un proceso de canto, actuación y tuve que bailar algo de ballet, luego un tap y respondí a una entrevista donde me preguntaron ¿Qué pasaría si yo me quedaba en la obra? Yo les dije que pues nada, que si me quedaba qué bueno y si no, no me importaría mucho porque era muy feliz en la Compañía Nacional de Danza. Regrese a mi casa. Había más de 20 llamadas para decirme que me había quedado en la obra. Le llame a Richard Stanford, el coreógrafo, y me dijo “Guillermo, eres el nuevo Mr. Mistoffelees, para Cats-México”. Empecé a llorar de emoción porque un año antes lo había visto en Nueva York y me parecía imposible. Tenía un entrenamiento muy alto que fue lo que me permitió estar a la altura de esa obra, con la que me gane la presea Sol de Oro de la crítica especializada en 1991.

PC: Le siguieron los musicales Pedro rockanrolero, Sugar y La jaula de las locas. Posteriormente, Guillermo Hernández obtuvo una beca para estudiar en la desaparecida escuela American Dance Machinne, de Nueva York ¿Qué siguió?

GH: Vino una gira de seis meses. Estaba cansado de vivir en el Distrito Federal, mi madre estaba muy sola; le quise apostar a la provincia, sentí que era el momento de retomar y recuperar el valor de la familia. Es así como regrese a Guadalajara en 1995. Mi balance de estos años es mi ciudad natal es muy fructífero. No he dejado de entrenarme ni de prepararme. Venir a Guadalajara me ha permitido formar nuevas generaciones de bailarines con producciones locales. Cree una Antología de la comedia musical con una coproducción de Rafael Zamarripa. Interprete el papel de Bert en el musical Mary Poppins. He montado otros espectáculos como Viva el cabaret; la coreografía para el estreno mundial de la opera Frida (sobre la vida de Frida Khalo). Fui invitado por Marco Antonio Silva para asistirlo en la coreografía del musical Regina. Hice la coreografía, en 1999, para la gira Todo está bien, de Juan Gabriel. Asimismo, descubrí la facultad del Imperial Teachers of Dancing de Londres y ahí curse una licenciatura de seis años, donde estudie a fondo anatomía, musicología, kinesiología aplicada a la danza, etcétera. Me gradué en 2006 con las notas más altas. He trabajado como maestro en toda la República Mexicana y en Jalisco he seguido haciendo espectáculos para Festival Cultural de Mayo, Festival Cultural de Zapopan y Fiestas de Octubre. Recibir en este 2010, la medalla Rafael Zamarripa me significa un reconocimiento a una trayectoria que no ha parado, que no tiene fin y que no va a terminar hasta que concluya mi vida.
 

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