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DANZA FOLCLORICA MEXICANA

Antes de la llegada de los españoles, los pueblos establecidos en nuestro territorio desarrollaron una cultura avanzada en todos los ámbitos del conocimiento humano; en ella, las artes y la danza tenían una importancia fundamental en la vida social.

 

En la época prehispánica se celebraban numerosas festividades de tipo religioso, militar y social durante todo el año y eran dedicadas a los dioses que tenían; las ceremonias consistían en infinidad de actividades como la poesía, cantos, música y danza. La poesía era lírica y se decía de manera individual o en coros; el canto narraba las victorias y sucesos militares, religiosos, mitológicos, fantásticos y cotidianos, que eran parte de sus creencias.

 

En la actualidad, la reconstrucción de las danzas prehispánicas representa un problema debido a la poca información confiable con que se cuenta.
Con la llegada de los españoles a América, la cultura de los pueblos establecidos fue desapareciendo. Muchas de las costumbres que los naturales tenían experimentaron diversos cambios: se impuso la lengua castellana, se modificó la manera de vestir y la organización política, pero sobre todo se modificaron las creencias y la religión, las costumbres, la comida, etcétera; de esta manera, se reconoce cómo la cultura española dominó la vida social de los pueblos establecidos.

 

La imposición de nuevas ideas religiosas por los frailes llegados de España modificó la danza, en sus formas coreográficas, pasos y sobre todo el sentido y significado para ejecutarla. Los antiguos dioses realizados en barro y piedra fueron sustituidos por santos y vírgenes, a quienes de igual manera habría que adorar.
La danza autóctona es una forma expresiva de la danza de nuestro país, conservó mayormente los rasgos auténticos de la cultura prehispánica, sufriendo ligeras modificaciones en su música, instrumentación y en ocasiones formas coreográficas practicadas (desde entonces hasta la actualidad) por los grupos indígenas de nuestro país.

 

La danza se convirtió, pues, en un recurso para la evangelización, los temas fueron referidos a los de la religión cristiana. La ejecución que se realizaba en las grandes plazas destruidas durante la guerra de conquista, ahora se realizaban en atrios de las iglesias recién construidas.

 

Así pues, la llegada de los europeos y esclavos negros africanos transformó la vida social y cultural de América. La mezcla racial definió los rasgos característicos de la población de la Nueva España, la cual estaba constituida por los peninsulares, indios y negros; después por los criollos, mestizos y mulatos.

 

Al principio se establecieron diferencias en costumbres y culturas, pero poco a poco se fueron acortando distancias, mezclándose y abandonando, hacia finales de la época colonial, y como consecuencia de la búsqueda de la identidad mexicana, una cultura variada en cuanto a su origen complejo.

 

El baile tradicional es un estilo de expresión de la danza, producto de las tradiciones y formas de divertirse de un pueblo en una determinada época y región. Se interpreta de manera espontánea, y a diferencia de la danza autóctona, que es religiosa, el baile tradicional es de carácter festivo; es decir, se ejercita como una forma de diversión de la población.

 

El baile tradicional adoptó dos modalidades. Puede ser llamado también popular, puesto que en sus múltiples estilos, en nuestro país, lo practicaron deferentes sectores sociales, derivándose bailes propios de la aristocracia, o de la clase alta, y otros muy diferentes de los de condición humilde.

 

El baile tradicional también puede ser llamado regional, en cuanto a que se produjo con características culturales propias que lo diferenciaron en las diversas regiones de nuestro territorio.

 

Esto quiere decir que aunque el baile tradicional mexicano tiene un mismo origen, influencia y rasgos parecidos, no es uno, ni se interpreta de la misma forma en todas partes. Varía en su música, pasos, actitudes de los ejecutantes, vestuario, formas coreográficas y el espacio en que realiza, en cada región del país.

 

El deseo de libertad del pueblo mexicano se comienza a manifestar en muchas actividades culturales y políticas en las cuales el arte no podía ser la excepción.
México, al término de la lucha de la independencia, y durante las intervenciones extranjeras que sufrió la nación, además de las luchas internas entre liberales y conservadores, adquirió un nuevo clima patriótico. Se buscó en las artes los valores que nos identificaran, encontrando en los bailes una verdadera tradición nacionalista.

 

De esta forma, los bailes acentuaron el carácter costumbrista y localista, al desarrollar nuevas formas de bailar, que definían estilos de acuerdo con una tradición construida en tres siglos de mestizaje racial y cultural, con fundamento netamente mexicano.
En la región norte se bailaron las poleas, redovas y shotises, conforme a la ejecución y coreografía de la cuadrillas; los bailes de todas las clases sociales adquirieron una fuerza inusitada.

 

En los pueblos de la costa del Golfo de México se interpretaron fandangos y huapangos, y sones en las comunidades del occidente y pacífico sur.

 

En ese tiempo, surgen los mariachis, quienes reproducen sones y jarabes a los que se les llamó “sonecitos de la tierra”, y en los cuales el zapateado se convierte, con sus variantes regionales, en el común denominador de los pasos, por su fuerza y virilidad.

 

Los bailes entonces, tienen un alto contenido político y revolucionario que, junto con las ideas de libertad y las maneras de divertirse, adquiridas por los luchadores insurgentes, se difundieron por todo el país. Tanto el baile como la música, comentan, describen y ridiculizaban las condiciones políticas y sociales que vivía la nación.

 

La población ya no se ocupó de los bailes de salón que resultaban ya muy limitados para expresar la euforia del sentimiento nacionalista y el rescate de la soberanía del país.

 

Las victorias logradas en las batallas requerían una alegría más desbordante. Los bailes se hacen más espontáneos, breves, naturales, de acuerdo con la necesidad de comunicar la alegría y el vigor demostrados durante la batalla.

 

Los pasos y la coreografía se identificaron con los cambios que requería la nueva condición del país y surgieron bailes que caracterizaron e hicieron referencia a las actividades laborales y artesanales, como son los bailes campesinos, mineros, ganaderos, etcétera.

 

Los sones y jarabes se bailaron muchas veces con ejecuciones de “suertes”, que eran acciones en las que los bailarines demostraban sus destrezas con objetos al bailar o bailaban con machetes, botellas, jarros con agua sobre la cabeza.

 

Los bailarines gustaban de las “suertes” para demostrar sus habilidades y obtener el reconocimiento del pueblo y la admiración de la mujer que les interesaba.

 

No se puede afirmar categóricamente el origen definido de una forma o estilo de un baile tradicional por la falta de datos y el carácter anónimo. Sin embargo, se pueden señalar algunas zonas o regiones del territorio nacional. Los bailes regionales surgen como producto de pasos y estilos que se pusieron de moda. Al penetrar al país se arraigaron con tal fuerza que caracterizaron la expresión dancística del pueblo que los acogió.

 

Aunque se reconozca que los bailes pertenecen a una constante invasión cultural de Europa a América, no se puede negar que el estilo, significado y manera de ejecutarlos que aportaron los mexicanos de diferentes regiones renovaron sus características.

 

El fenómeno de recreación de los bailes se complejiza; los bailes que llegaron de Europa regresaban transformados y los que surgían en América se transformaban en Europa de igual manera. El baile se hace espontáneo, ágil y con la alegría auténtica que brinda el sentirse en una patria libre. Lo lugares para bailar se hacen menos exigentes y se improvisan escenarios en plazas, mercados, patios, tertulias, ferias, etcétera, que sirvieron de descarga emocional de las tensiones y como manifestación de los nuevos acontecimientos sociales.

 

A partir de allí, el “son” surge como una forma musical y dancística de mayor gusto por las nuevas sociedades; su origen en las seguidillas, fandangos y zapateados españoles de antaño, se modifica para producir diversos pasos y formas coreográficas y en cada región del país.

 

* El hombre y la danza, "Patricia Bárcena Alcaraz, Julio Zavala González, Graciela Vellido Peralta", Editorial Patria, México. 1994

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